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SOBRE MÍ |
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Esteban Victor Maidana...
"El hombre es su deseo " dijo aristoteles, y mi deseo seria que compartieran este simple diario de visicitudes, alegrias , y de todo.. en esta balanza que es la vida misma...sepan disculpar..si alguno no se ve reflejado...solo es la vida....DEJEN SU COMENTARIO ES TODO BIEN RECIBIDO... ESTEBAN
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30 de Julio, 2009 · General |
UN CUENTO..LA SOMBRERONA... |
Don Daniel era un hombre deaquellos que en verdad merecían llamarles “cachaco”. Con su sombrero definales de los cuarenta, su saco gris, corbata negra y camisa blancaimpecables, zapatos de charol bien lustrados y colonia francesaimportada, pocas mujeres lograban resistirse a sus atencionescaballerescas y a menudo había quien le comparaba con el mítico Gardel.Aquella noche fría y nublada, luego de departir largo rato junto consus camaradas de Bogotazo, se disponía a salir del café que a diariosolía frecuentar a excepción de los domingos que era el día quegenerosamente dedicaba a su familia. Caminaba tranquilo por las viejas callejas de la candelaria con sucigarro blanco en la boca el cual le ayudaba a alumbrar el camino enlos tramos en los que la murcielaga luz de los faroles no alcanzaba aabrazar. De repente, un viento helado como la muerte le hizo estremecery casi le tumba el sombrero pero, como él se consideraba un hombre sinmiedo, se repuso rápidamente y siguió caminando. Su sorpresa aumentó alver entre la niebla la silueta de una dama parada en la esquina. Norecordaba haberla visto antes del suceso del ventarrón pero, haciendocaso omiso a esto y previendo la oportunidad de sacar a relucir susdotes de Don Juan, apresuró el paso. A medida que se acercaba a laesquina comenzó a apreciar los detalles de aquella dama queextrañamente, en medio de la noche, esperaba sola en una esquina. Levio puesto un vestido rojo ceñido al cuerpo, guantes negros deterciopelo que no le dejaban ver rastro de piel en sus brazos y unsombrero muy grande de color rojo que no le dejaba ver el rostro. Ensus manos la vio sosteniendo un lánguido filtro de cigarro, muy típicoen la época, y en la punta un cigarro apagado.
Don Daniel se apresuró a sacar su candela y aclarando su garganta, seaproximó a la dama de rojo y con su voz varonil, la saludó, buenasnoches, señorita. ¿Se le ofrece candela?. Ella asintió con la cabeza yse puso el cigarro en la boca. Don Daniel hacía esfuerzos disimuladospara lograr ver el rostro de la dama por debajo del sombrero. Ellaacercó el cigarro a la pequeña llama y prendió su cigarro y antes deque Don Daniel tuviera tiempo de apagarla, ella levantó el rostro y conuna voz sensual le dijo, gracias! Pero en realidad no había rostro.Sólo un par de cuencas negras y vacías donde debían estar unos ojos,sólo un oscuro agujero en donde debía haber una nariz. Sus labios… nohabían labios. Solo dos hileras de dientes amarillos que mordían elfiltro azabache. La calavera habló de nuevo y le dijo, es usted muygentil, caballero, mientras soltaba el humo por el hoyuelo de lanariz... Don Daniel esa noche aprendió a tener miedo. Al ver el rostro de muertecayó privado al piso y ahí permaneció hasta que por la mañana lorecogieron. Lo más extraño es que lo encontraron desnudo y lleno demarcas por todo el cuerpo. Como si lo hubieran aruñado. A él no se levolvió a ver caminar solitario por las calles vacías a altas horas dela noche. A ella se le vio constantemente en la misma esquina y DonDaniel no fue el primero ni el ultimo en verla. Ya era común encontrarhombres desnudos en la esquina de la calle de la sombrerona.
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publicado por
victoresteban a las 01:30 · 1 Comentario
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