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Esteban Victor Maidana...

"El hombre es su deseo " dijo aristoteles, y mi deseo seria que compartieran este simple diario de visicitudes, alegrias , y de todo.. en esta balanza que es la vida misma...sepan disculpar..si alguno no se ve reflejado...solo es la vida....DEJEN SU COMENTARIO ES TODO BIEN RECIBIDO... ESTEBAN

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10 de Agosto, 2009 · General

Cuando Tenga Tiempo me Suicido....

 

Encontréal señor Dumbar en el puente que cruza el río que divide la ciudad delafuera. Hacia casi diez años que no lo veía; desde aquella noche en quedijo firmemente que su idea era suicidarse. Recuerdo que aquella vezhabía varias personas, pero que fue a mí al único que le llamó laatención aquella declaración. El resto de los que estaban en la reuniónconocían a Dumbar un poco mejor que yo, y por lo que dijeron, luego deque el se retirara, el hombre solía expresar muy seguido su afinidadpara con esa determinación, y que por eso ya nadie le prestaba mayoratención. Además, según me comentaron, nunca le daba tono de tragedia asu declaración.

-Dumbar ¿Se acuerda de mí?

El hombre delgado, de mirada melancólica y transparente, se quedó callado y recorrió mi figura con la vista.

- Nos conocimos en una cena en la casa de Octavio Fresán, la noche que...

- Ah, sí. ¿Cómo anda esa gente?

- No sé señor. Hace tiempo que no los veo.

- Eso fue hace como diez años- dijo Dumbar, y volvió a clavar su mirada en el río oscuro.

- Sí. Más o menos diez años.

- Qué cosa - exclamó - y cómo se acuerda usted de mí después de tanto tiempo.

- Bueno, aquella noche usted había hablado de suicidio y a mí me llamó la atención que...

Dumbar interrumpió el diálogo con una risa apenas sonora - Claro, ustedcreerá que yo me despido así en las reuniones para que los presentes nome olviden.

Yo sonreí- No, pero de ser así le ha dado resultado. Yo recuerdo el momento enque usted se puso de pie y con toda la seriedad del caso dijo que seretiraba porque se iba a matar.

- Sí. Y ahora estará pensando: este viejo es un cretino mentiroso.

- No. Por supuesto que no. Usted tendría sus razones. Me alegra ver que ha cambiado de parecer.

Dumbar volvió a mirarme y respondió algo turbado -¿Quién le dijo eso?-Luego giro el cuerpo para quedar de espaldas al río y frente a mí.

- Bueno, han pasado diez años.

- Usted se cree que es tan fácil. Que uno dice voy a terminar con estoy termina así como así. Yo nací con ese sentimiento, de pequeño fui aparar al hospital tres veces por saltar desde la cuna al piso. Mimadre, muy religiosa, trato en vano de inculcarme la convicción de queese tipo de determinación está en manos de Dios. Con el paso del tiempola vida se fue complicando y, como le decía, las cosas no son tansimples.

- Entiendo.

- Mis padres necesitaban que yo trabaje y así lo hice. Cuando ellosmurieron en el accidente del Bahía Dolores, yo pude elegir. Trabé todaslas puertas y abrí la llave de gas. Vacíe un frasco de pastillas en miestómago y acabe con la botella de un whisky que estaba listo para serabierto sólo para aquella ceremonia.

Dumbar notaba que yo seguía atentamente su relato a medida que el sol se ocultaba en su espalda y desaparecía en el río.

- Algo salió mal. Se escucho un estallido; debió ser mi malditacostumbre de fumar antes de irme a dormir. Estuve inconsciente por másde seis meses. Cuando abrí los ojos la vi a ella, casi una apariciónbíblica. Una mujer morena, con sonrisa placida y unas manos suaves; muysuaves, como su modo de hablar.

Dumbar se quedó en silencio un instante, encendió un cigarrillo y continuó el relato.

- Era una enfermera, y dicen que me cuidó como nadie lo hubiera hechodurante tanto tiempo. Lo cierto es que me casé con ella y que con ellatuve un hijo. Conseguí un nuevo trabajo y vivimos más de cinco años enuna pequeña casa que ella hacía parecer grandiosa. Un día se cansó decuidarme y se fue lejos llevándose al hijo.
Yo no me atreví a comentar todo aquello más que con una mueca o el arqueo de mis cejas.

- Cuando estuve listo nuevamente, fui elegido representante de miscompañeros en el gremio. No pude dejarlos solos. Buscaba que me echenexigiendo lo imposible y eso fue peor. La patronal me decía a todo quesí y los muchachos se creían que yo era un héroe en vez de un simplesuicida buscando que lo retiren del juego. Al final me pudierondesplazar, pero ya habían pasado cinco años más. De aquel tiempo fue lareunión en donde nos conocimos.

Sonreí como lo haría un espectador viéndose entrar en la película.

- Aquella noche llegué a mi casa y decidí hacer una nota. Un escrito¿Entiende? Un suicidio sin dejar una nota no sirve. Bueno, no importa,la cuestión es que advertí que no había nadie en mi vida como para queleyera esas líneas. Así que escribí y se la lleve a un amigo que hacíamucho no veía. Él la leyó y me pidió que le diera unos días. Yo noestaba tan apurado, así que escuche el pedido.

Dumbar consumió el resto de tabaco que le quedaba y la brasa cayó al agua para apagarse en la oscuridad de la noche.
- Tres días después, este amigo, llego a mi casa para comentarme que miespecie de testamento inmaterial había sido leído por un editor queestaba muy interesado en que yo amplíe mis notas para ser compiladas enun libro.

Dumbar me miró con desgano y dio un repentino giro para quedarnuevamente de cara al río que ya no se distinguía del resto del paisajenocturno.

- Y aquí estoy.

- ¿Hoy es el día?- le pregunté con cierto temor.

- ¿Hoy? Hoy no, imposible. Mañana tengo una reunión en una librería...El contrato... No sé, quizás después de terminar mi último libro...

- Bueno, me alegra. Digo, usted está bien ¿no?

- Estoy resignado. Sabe qué, ya estoy viejo. Quizás todos seamos suicidas resignados a que nos sorprenda la muerte.

Dumbar me dio la mano y se retiró con paso tranquilo bordeando el fluido constante de las luces que cruzaban el puente.

Quizás todo suicida justifique su acción en el miedo que causa laposibilidad de que la muerte lo sorprenda a uno. Puede que sea la únicaelección de vida que les quede a quienes en la vida no pudieron elegirnunca. Tal vez todo radique en la falsa fantasía de que la vida viajapor la ruta de las grandes decisiones y no por el camino angosto ypolvoriento de las pequeñas elecciones.

Por unos minutos, así me quedé: mirando el río que ya no se veía, en ellugar preciso donde el señor Dumbar, hacía un instante, había estado,quizás, pensando cosas parecidas.

por José M. Pascual

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publicado por victoresteban a las 03:33 · Sin comentarios  ·  Recomendar

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