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Esteban Victor Maidana...

"El hombre es su deseo " dijo aristoteles, y mi deseo seria que compartieran este simple diario de visicitudes, alegrias , y de todo.. en esta balanza que es la vida misma...sepan disculpar..si alguno no se ve reflejado...solo es la vida....DEJEN SU COMENTARIO ES TODO BIEN RECIBIDO... ESTEBAN

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24 de Julio, 2009 · General

UN CUENTO....LA PUERTA

“La muerte decía un niño, no poca cosa”…
La puerta se abrió, pero ellos no lo sabían. Los dolores se hicieroninsoportables hasta callar en los momentos peligrosos. En toda su vidahabía experimentado cosa parecida, ni en su juventud cuando elinconsciente nos propone cada reto, con el riesgo evidente. Pero lascosas continuaron, y nadie más que su esposo aceptó el fuegodevastador. En la quietud de la noche, su mirada vagó en el conjuntodel techo, mientras un sonido vibrador salía y entraba de lo hondo desus amígdalas desde la otra habitación. Detrás de sus pensamientos,resaltaba el tono café del arco de madera que a su esposa entonces legustaba, y las cortinas que no venían en el juego, se acoplabanbastante bien. Al detenerse en las molduras, recordó que al díasiguiente debía comprar pintura para darle la última pincelada a lapieza. Estaba casi listo. -Se dijo.- Después de tres semanas deescombros, avistaba el optimismo de una nueva casa. Pero otro silenciose apoderó, y las baldosas de la cocina quedaron sin crujir, también elinestable refrigerador dejó de temblar, el perro no encontró motivospara ladrar, y los silbidos ya no salieron de sus bocas. Vagospensamientos caminaron por su mente y se topó con la imagen de unCristo tallado en madera. ¡Dios mío!, -Susurró-. Un gran dolor loobligó a recogerse. El miedo a morir estaba por venir, ocultarlo más,era imposible. El fuego lo consumía, y lo mantuvo aislado por unosmomentos. Por vez primera se había prolongado más de lo habitual, peroel sueño se hizo cómplice y cubrió a los felices que dormían con nuevasilusiones. Corrió las tapas y logró sentarse, frente al despertador.Eran las dos de la madrugada.
¿Dónde vas?, ¡Saltó la voz!
¡Al baño!
¿Te sientes mal?
¡No!, Sólo tomé mucho líquido.
De nuevo la calma se apropió de todo, y en toda la noche, no volvióhablar. En el espejo, notó su rostro consumido, como si hubieralaborado muchos años en una construcción, en fierro y soldadura, yrondas nocturnas sin juventud en cada sitio. Se quitó lo de arriba paranotar si los dolores le habían causado marcas en la piel, pero sóloeran temores y cansancio. De un momento, se quedó contemplando lasllagas del Cristo, y tembló al pensar que eso le pudiera ocurrir afulano. El olor a pintura se mezcló en sus fosas nasales, tapó eldesnudo con mantas de plumas de su esposa, y se acostó en silencio. Delado trató de dormir, aunque le dificultaba respirar. Al frente unadorno lo contempló con risita, un mensajero de alas doradas apoyaba surostro en la palma derecha en actitud de pensamiento. En cierta formaimaginó que sería su compañero, o que estaría plagado de ellos, esperóque la hora avanzara pero el reposo no duró. Otro dolor arruinó suintegridad, y ésta vez levantó las manos evitando la mácula en lassabanas. Sin que nadie lo advirtiera, se lavó a oscuras con la puertacerrada y dejó salir toda la sangre amontonada entre sus dedos. So bocaestaba tan amarga como el veneno, el agua fluía sin dificultad, ymientras se limpiaba, un calor siniestro envolvió su rostro, al salirdespués del baño se apoyó en el umbral. El perro comenzó a aullar sinque todavía llegase el amanecer. Más recuperado, enseguida sintiófuerzas para llegar a su pieza, pero optó por el verguer del living.Estando frente a la biblioteca, escuchó zancadas en el pasillo, y vioque alguien buscaba un refresco en la cocina. Cerró de manerainestable, y las baldosas retornaron al mismo crujido. Intrigado miróhacia el ventanal tratando de adivinar, pero por la oscuridad creyó queeran las cuatro. El niño reanudó el sueño por completo, y un hondosilbido asomó deslizándose por su cuerpo. Con poca luz, comenzó aobservar unas fotografías de dos jóvenes que se amaban con gran pasión,y una singular mirada le decía que ella sería suya para siempre. Susojos eran bellos como la noche, la piel suave, la melena hasta elhombro como colas de caballo fino, y un escote que recuperaba la vistaa los cegatones de su pueblo. Pero quién iba a creer, la imagen de unhombre alto y fornido de mirada inquietante sobre la antigua meza decentro, ahora auxiliado por el monumental sofá del escritorio,sufriendo escondido para no provocar otro infarto peor y más penoso.¡Carlos!, ¡Carlos! -Entre sueños le gritó-. Luchó con sus piernas paraavanzar, pero se había quedado enterrado en el sillón, y los codos yano servían de apoyo.
-Su voz se extravió en la habitación del living, sus brazos pendieroncomo en la ahorca, y por oprimir tantas veces el estómago para impedirlos gritos de dolor, quedó fatigado. Luego otra embestida lo dejóinconsciente. Su cuerpo se enroscó completamente, las piernas seplegaron hacia atrás y no hubo nadie que pudiera evitarlo. Al volver ensí, sus ojos observaron el amanecer del cielo azul plateado queingresaba encima de los cojines de un pequeño sillón. Alegres silbidosde los arboles penetraron alegrando el paso de los transeúntes quetemprano encaraban el frío en sus nasales soñolientas. Adentro unosbostezos se percibían, y continuaban durmiendo. Un dolor horriblecomenzó oprimiéndole el cuello, el perro con ira se ensañó desde elpatio durante el deceso. La respiración se cambió a ronquido, y lasangre no oxigenó el cerebro, sonó el despertador, eran las 6.AM…
La ropa quedó lista a los pies de la cama. El hervidor con agua limpiapara el primer café temprano, las toallas esperando para ser usadas, ylas loncheras para una larga jornada. De nuevo la campanilla deldespertador remeció el silencio, miró al lado pero no hubo sorpresa,vistió la bata y se puso las zapatillas de levantarse para ir al baño.Lo que vio no podía aceptarlo, sus rostros dormían plácidamente y nadiese había dado cuenta. ¡Pero cómo se pudo olvidar de ellos!, ¡Vamos,levántense, niños!... Comenzó a dar órdenes y acción a la casa, peroextrañada no atinaba con claridad. El perro comenzó a rasguñar lapuerta con la insistencia de un oso, hasta que logró la atención delhijo mayor que venía del baño. Corrió en dirección a la pieza pero,desvió hacia el living ladrando entre gemidos. Desde el comedor seescuchó un grito escalofriante que llenó la casa, y uno de ellos logrócubrir los ojos al más pequeño. En medio de llantos y lamentos,intentaron estrecharlo entre sus brazos, pero Max eufórico mostraba suscolmillos una y otra vez…, una y otra vez… una… y otra vez…


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publicado por victoresteban a las 15:49 · Sin comentarios  ·  Recomendar

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